Para muchos de los que actualmente formamos la Comparsa de Pamplona, con Mari empezamos en esto y nos dio la bonita oportunidad de ser uno más en un grupo de personas que da vida a una tradición muy especial para la ciudad de Iruña. Con él se va una forma de entender la Comparsa, y también se va la persona que pilotó la misma para llegar a ser lo que ahora es. Gracias a él, seguimos teniendo la oportunidad de vivir cada acto de la ciudad desde dentro y podemos observarlos a través de una boca de una gran cabeza, tras las faldas de un gigante o simplemente, estando ahí, y él lo valoraba y así transmitía.

Cada mañana de San Fermín cuando sacaba su libretica para pasar lista sentía ese gusanillo de la ilusión de poder portar alguna figura. Puede que esto lo sintiera desde el más novato al más veterano porque en ella se reflejaba la ilusión por hacer bien algo especial y emocionante todas las mañanas durante esos días. Nos contagió esa locura agradable de poder probar las mieles de todos los roles de la comitiva y la personalidad de cada figura (zaldiko, kilikis, cabezudo y gigante) y sabía que cada una de ellas ofrecían experiencias diferentes e inolvidables y una manera de ver, sentir y vivir la fiesta. 

De porte serio al inicio y sonrisa posterior y casi siempre socarrón, nos mostró la esencia de la Comparsa y a amar la tradición desde el compromiso y la dedicación. Con ese legado me quedo. Eskerrik asko, amigo Mari!