El mono Charlie vivía en una jaula de hierro en la Taconera. Eran los años 80. La jaula no tenía tejado ni caseta. Al aire libre. Un monito de feria expuesto a las inclemencias del tiempo y a los paseantes. De día, curiosos con niños le echaban fruta, bocadillos, verdura, y el suelo de la jaula estaba alfombrado de restos de comida. También energúmenos que agarraban la jaula y la sacudían mientras le gritaban.
El mono, cuando les veía acercarse, gritaba aterrorizado, corría por la jaula y se subía al techo. No tenía escapatoria. A plena luz del día. Tampoco podía escapar de las visitas de miserables sádicos que le tiraban de todo y lo asustaban vivo. Era sabido por todos. Hoy hemos mejorado. Charlie sería llevado al Centro de Animales del Ayuntamiento de Pamplona y pasaría allí el tiempo que le quedara tras una vida de malos tratos. Su jubilación, merecida. Lo normal.