Vivir en un pueblo como Arróniz no es solo residir en un lugar: es una forma de vida. Es abrir la ventana y respirar aire limpio, pasear entre campos de olivos y sentir orgullo por las generaciones que han cuidado este entorno con respeto.
Quienes vivimos aquí sentimos tristeza e impotencia ante el proyecto de la planta de biometano. No solo por el impacto que pueda tener, que es muy preocupante, sino porque no se nos dio voz, no hubo un proceso real de escucha ni la posibilidad de opinar sobre una decisión que nos afecta directamente.
Si no se nos quiso escuchar en su momento, ahora nos van a tener que oír, porque defender el pueblo no es un capricho, es un derecho. Y porque solo el pueblo salva al pueblo.