Dejó el pañuelo a un lado, ¡basta de lágrimas! Había trabajado toda su vida en aquella empresa, entregándole su alma y su cuerpo. Era amigo de la familia propietaria que la gestionaba con moderación y buscando el bien de todos. Ahora, aproximándose al medio siglo de existencia, lo que funcionaba tan bien se desmoronaba y todos se iban a la calle, al paro. ¿Familia, hijos, hogar? La angustia subía cada mañana por su garganta como una oscura y a la vez invisible bestia, trepándole desde el interior de las vísceras. ¿Desahuciado? Su mente, su experiencia... Cuando sus capacidades eran las mejores había sido desestimado por el mercado laboral. Nada nuevo, durante los últimos siglos ha ocurrido: "sobran personas", se ofrecen pocos trabajos, pocos sueldos... Para eso estaba el salario del paro y luego... Es evidente que esta sociedad no estaba muy bien organizada antes, veremos ahora... La ley que procura una "renta mínima permanente", frente a anteriores ayudas de tipo temporal, extraordinario y excepcional, parece un hermoso empeño para evitar la miseria, porque no es digno de nuestras hasta ahora ricas sociedades ver, ante tanta opulencia, filas de sufrientes familias que van a pedir a Caritas nutrientes o asistencia... Ojalá nadie tenga que sufrir hambre y falta de vestido o techo y que para ello haya dinero suficiente. Sin embargo, habría que perfeccionar el sistema de ayudas solicitando a cambio alguna colaboración. El trabajo dignifica más que la caridad institucional. No es bueno que millones de personas estén parados, cuando hay tantas cosas que hacer. Tal vez tres días por semana de labores adecuadas a las capacidades de cada uno serían adecuados. Muchas ciudades están sucias y no tienen suficientes servicios de limpieza, el campo necesita recoger frutos y todavía se siguen solicitando trabajadores de África, como en la campaña de la fresa. No se entiende por qué no pueden hacerlo los españoles que están ocupados... Tampoco ayuda mucho a evitar el racismo contemplar en la ciudad de Gerona a un grupo violento de inmigrantes, en su mayoría de raza negra, sin cuidarse de distancias o mascarillas, asaltando un supermercado, mientras gritan "puta policía", así como instalaciones judiciales o destrozando mobiliario urbano. Que un policía haya matado a un afroamericano, George Floyd, en Minneapolis y que en EEUU haya revueltas raciales no justifica su comportamiento bárbaro ni a su estima ayuda, sino a quienes piensan que hay que devolverlos a los países de los que partieron. No tiene sentido acoger a miles de inmigrantes, darles de comer y un techo para que luego destrocen nuestras urbes. Unas iras otras encienden. Que nadie pase hambre, pero también que nadie abuse. La justicia es el fundamento de la paz, para quien da y para quien recibe. Trabajen todos, su sueldo cobren y con sabiduría levantemos esa paz entre todos.