Hay una industria de las frases hechas. O estará al caer. Fábricas en las que se construyan. Antes de escribirlas, como es lógico, no son frases hechas, pero una vez escritas se convierten en frases hechas. Creo que me explico. Una frase hecha es la que aspira a ser perfecta en la transmisión de lo que quiere decir, redondita, sin ambigüedades, no podemos decir que "dentro de los museos el infinito es sometido a juicio" sea una frase hecha, ésa es más una frase sugerente, abierta. No estamos en la fase social de las frases así, se demandan frases que sepamos qué significan y para qué sirven, como si fuesen pastillas para la tos. Yo, que sigo en las redes sociales a muchos deportistas, veo que ellos y ellas las consumen aún en mayor medida que las vitaminas y los suplementos alimenticios: "Corre sin complejos pero corre, ama con locura pero ama, vive con aquellos que hacen que tus días de 24 horas sean instantes que quieras que perduren toda la vida", "lo hicimos porque no sabíamos que era imposible" y luego mucho anglicismo de partido de 3 contra 3 en un imaginado patio del Bronx tipo Keep on moving o We will back y el ya célebre ¡Seguimos! Yo a quien acaba una frase con ¡Seguimos! directamente le serraba las manos, sin ánimo de ofender. El caso es que esto de las frases, lejos de menguar porque lleva entre nosotros casi ya 10 años y pensaba que sería una moda más, como el brunch o el squash va a más y, como es normal, a peor, porque agotadas todas las frases emitidas por personajes célebres y las de Coelho y varios miles de proverbios árabes, chinos, tibetanos e hindús, está todo arrasao, con lo que hay que sacar material nuevo para esta juventud ávida y necesitada de poner cosas en sus perfiles de Instagram con una foto mirando el ocaso en una playa: detrás del horizonte sigues estando tú. Pues no, está en el bar, empujando birras. Ahí hay negocio. ¡Seguimos!