A nadie sorprendió que Bildu no apoyara los Presupuestos Generales del Estado, porque es lo que viene haciendo históricamente y lo que en sus muchos años en el Congreso hacía Herri Batasuna y sus sucesores. Su diputada Marian Beitialarrangoitia dejaba claro que no iban a apoyar las cuentas si no se atacaban -tal y como Bildu considera- problemas como Cataluña, los presos, etc, etc. Nada nuevo bajo el sol y entendible conocido su ideario. Pero, lógicamente, lo que no se puede pasar por alto es que cuando estás a Rolex las setas se te escapan. Y si por maximalismos muy respetables -¿recuerdan que Bildu en Pamplona criticó el maximalismo de Aranzadi que impidió aprobar los presupuestos?- lo que no se aprueba son medidas económicas muy concretas y progresistas positivas para la población a la que representas -subsidio para parados de larga duración mayores de 52 años, mejoras para empleadas del hogar, jubilados, dependientes, etc, etc- pues se dice y ya está. Son asuntos que hay que aceptar, de la misma manera que, cuando las contradicciones entre lo que se hace y lo que uno vende de sí mismo las cometen otros, Bildu las echa en cara. En este caso, Bildu antepone unas cuestiones a otras y cierto personal de a pie no le preocupa tanto como sus posiciones políticas generales. Ya está, no hay mayor misterio y siempre ha sido así cuando no han estado en el poder. Cuando lo alcanzan, eso sí, hacen lo que pueden con sus maximalismos y los manejan como pueden, como los demás. Digo esto porque el miércoles se les echaba en cara el tema desde varios sectores y no terminan de aceptar que se les pueda criticar por esto: es como si tuviesen medio aceptado e interiorizado que se les pueda criticar por El Tema pero les ocupa tanto que no les cabe una sola crítica más, que rechazan como si ya estuviesen por encima del bien y el mal. En alturas morales inalcanzables para nadie más.