ientras llueve, nieva, nos avisan del peligro de riadas y aludes, mientras comienzan a vacunarse frente al coronavirus en algunos lugares y aquí seguimos con que si 8 o 10 o cuántos en Nochebuena, la vida y la muerte siguen sucediendo al margen o, mejor, en pleno centro de todo eso, como el final de una gran obra, y para quienes lo viven cerca esto que llamamos la actualidad ocupa el lugar que merece: accesorio, casi banal. Muere un joven de 35 años, el viernes 4, en Pamplona, con muchos de nosotros preparados para ir a jugar a bolazos y desconectar unos días. Muere Diego, sus padres publican su esquela el domingo 6 y, tras la lista de familiares y amigos, ponen esto: "Nuestro agradecimiento a los Servicios Sociales del Gobierno de Navarra, en particular al CRPS-Arga (Centro de Rehabilitación Psicosocial) por el trato y el cariño que le dieron". Y piensas: mira, unas personas agradecidas, da gusto encontrarse con algunas que otras así. La esquela en todo caso no ha terminado, los padres de Diego quieren hacer saber algo más para finalizar. Y lo hacen de esta manera: "Agradecemos a los contribuyentes navarros que con sus impuestos le hicieron la vida más fácil y digna. Gracias". Bueno, pasas unos cuantos segundos mudo, mordiéndote el labio, para poco a poco ir dejando paso a la sensación de que quizá sus padres han querido y han logrado mandar dos mensajes puros al 100%, sin que uno de ellos afecte en nada al otro para mal, sino para bien en todo caso: un agradecimiento puro 100% y al mismo tiempo una consigna social pura 100%. Los impuestos sirven entre muchas cosas para esto, para lo más básico de la vida de personas como Diego y muchísimas más, que no somos Diego pero que no lo somos por un simple asunto de azar: para hacerle la vida más fácil y digna, sobre todo digna. Gracias a ustedes, madre y padre de Diego, por recordarnos lo importante.