s complejo discernir así en unos pocos minutos de hoy viernes para mí ayer viernes para ustedes qué momentos de la vida ha sido uno más feliz, si entendemos la felicidad como esos instantes en los que tienes la sensación de que has caído sobre la faz de la tierra para estar ahí donde estás con las personas con las que estás y haciendo precisamente lo que estás haciendo. No me refiero al amor, tener hijos, alcanzar cierta satisfacción personal sobre aspectos de tu vida o tener el sentimiento de que con tus errores estás haciendo las cosas más o menos dignamente. Me refiero a la plenitud de los instantes, a estar 10 o 15 metros elevado del suelo sintiendo que la vida es gloriosamente hermosa y que tienes la inmensa fortuna de estar viviéndolo. Sentí eso en todos los conciertos de Barricada en los que estuve en los 80 y los 90, que fueron bastantes, con mi katxi de kalimotxo y a mi lado Katxas, Kutxillo y Txutxin, junto a mí, Txiskin, y yo junto a ellos, los 4, amigos del alma, delante del Drogas, Alfredo, el Boni y Fernando, el cuarteto que conocimos quienes nacimos a primeros de los 70 y el que tenemos grabado a fuego en el corazón, gritando y cantando al unísono junto a unos cuantos cientos o miles más, ahí, al lado de casa, con el grupo de casa, los Barri, de los que como dijo el Kutxi quien no quiere a los Barri no quiere a su madre. Los conciertos, qué ratos, qué ganas de que esto pase y de ir a todos los que se pueda, aunque ya no haya katxis, ni cigarros, ni Txutxin -te quiero- ni desde ayer ya no haya Boni. Qué pena, Boni, qué pena, eras como la columna jónica del grupo, con esa cara dura y ese vozarrón enorme y la imagen de inmenso poderío físico detrás de la guitarra. Si miles y miles y miles fuimos tan felices con vosotros, no puedo imaginar lo felices que fuisteis vosotros. Siento que el camino se haya cortado tan pronto. Gracias por tanto placer.