eo a una periodista de un periódico de alcance nacional decir: Es imposible no interrogarse sobre el sentido de la existencia y el trabajo de periodistas, analistas y tertulianos. ¿Qué podemos opinar sobre todas las noticias de las vacunas? Pobres ciudadanos perdidos y desamparados. Bueno, esta es una enfermedad muy extendida en el mundillo -aunque también fuera-, que nace del egocentrismo de creer que los demás son pobres almas cándidas a las que si no guías, iluminas o muestras el camino se van a estampar en su oceánica estulticia. Los periodistas, en general, sabemos el 1% de muchas cosas y quizá hasta el 10% de algunas, pero, en general, sabemos muchísimo menos que millones de personas acerca de miles de cosas. Nuestro trabajo es tratar de recoger, resumir, entender y explicar de la manera más comprensible posible parte de lo que pasa, pero este jaleo que hay con las vacunas no es sino uno más de entre miles de jaleos que hay y sigue habiendo: la economía global, la local, el cambio climático, la política, ETA, los presos, la tortura, el paro, el capitalismo, etc, etc, etc. Los ciudadanos -y más ahora- disponen de casi las mismas y hasta mejores fuentes que el 95% de los periodistas, muchos de ellos convertidos en ratones de redacción que por falta de medios y plantillas apenas disponen de herramientas y tiempo para tratar de ir un poco más allá del día a día. Gracias a las redes sociales, un septuagenario de un pueblo perdido es capaz hoy de leerse casi al día informes médicos y epidemiológicos de decenas de revistas científicas, a virólogos, analizar datos, gráficos, contrastar fuentes, etc. De hecho, millones de no periodistas saben mucho más de esto que la inmensa mayoría de nosotros. Así que menos posturas paternalistas. Eso sí, pese a esto y el ruido y las carencias, también se han elaborado piezas en todos los medios de gran valor periodístico.