e extraña que aún no haya aparecido la Asociación de Hostelería de Navarra pidiendo que el delta de lava de más de 500 metros de ancho que se ha formado en La Palma se pueda destinar a instalar terrazas. No, fuera bromas, las terrazas -algunas de ellas medidas en hectáreas- han sido un gran apoyo para algunos durante estos extenuantes 18 meses y pico. Lo he visto con mis propios ojos, debajo de casa, con pequeños negocios que han podido tirar hacia delante gracias a esas mesas de las que en circunstancias normales no hubiesen podido disponer. El asunto es que a partir de hoy ya se puede consumir en barra pero para según qué clase de hostelería y en qué zonas el consumo en interior va a seguir mermado con respecto a febrero de 2020: todavía muchos y muchas tenemos respeto a consumir dentro. Eso, unido a que hay establecimientos situados en barrios tranquilos y con horarios de cierre muy normales, debería obligar a pensar si no es conveniente que esas terrazas se puedan mantener más allá de enero. Cosa diferente es el tratamiento que hay que dar a las terrazas que están en zonas saturadas de bares y de jaleo nocturno, terrazas que seguro que también siguen dando su buen rendimiento pero que al mismo tiempo chocan de frente con el descanso de los vecinos en algunos casos y zonas. Aquí hay que estudiar cada caso no sé si tanto como uno a uno pero sí al menos con el sosiego y la profundidad que merece, puesto que mucho vecindario ya viene pasándolo mal no desde marzo de 2020 sino desde los 80. Por eso habrá que hilar muy fino. Oí al alcalde de Pamplona decir que su idea era revertir todo o casi todo a como estaba antes de marzo de 2020, lo cual como punto de partida no es malo. Cosa diferente es que esto finalmente vaya a quedar así y que más de uno pretenda que una vez que le ganas un poquito de terreno al mar puedes clavar ahí tu sombrilla y ahí te las den todas.