ace poco se descubrió que un mural de 144 metros en homenaje a 47 mujeres que el colectivo Variopintas estaba realizando en LezkairuVariopintas había sido vandalizado. En concreto, habían pintado encima de los bocetos de la obra que aún no había sido concluida, una zona en blanco pero con los dibujos a lápiz. Es lo mismo, cualquier otro día destrozarán lo ya pintado u otro mural o todo lo que pillen. Si no son esos memos, serán otros u otras o si no aquellos o aquellas. Me hago viejo. Lo sé porque pienso cosas que antes pensaba que eran cosas de viejos y por tanto si las pienso es que ya soy viejo. Se las cuento, porque dicen también que si te las quedas para ti en realidad no estás siendo honesto y todo es una pose: estoy de los guarros y de las guarras que pringan esta ciudad hasta los huevos. Nunca me gustaron especialmente, la verdad, pero es que ya está llegando todo a unos extremos de emborronar por emborronar y de joder por joder que es alarmante, sucio, decadente para la vista y el alma y una auténtica aberración. De hecho, creo que el joder el mobiliario urbano -para mí pintar algo que no es tuyo es joder o algo público o algo privado- es un acto que pasa muy de rositas en comparación con otras muchas cosas y que debería de ser algo mucho más vigilado y castigado. Quizá influya aquí el hecho de haber vivido en lo Viejo 10 años y que me pintaran la puerta de casa unas 5 veces hasta que la dimos por imposible, pero eso no quita para que veas la ciudad o buena parte de ella y sientas rabia por la cantidad de destrozos y mal que se pueda hacer con unas pinturas en la mano. No hablo de dibujos bien hechos u obras mínimamente artísticas, que están bien aunque mejor estarían si se pintasen en lugares permitidos -habría que ofrecerlos vía ayuntamientos, claro-, sino de putos rayajos, firmas y mierda varia. La ciudad está infectada de esto. Algo habría que pensar.