l asunto es qué cantidad de basura es ya cada uno capaz de aceptar del partido al que suele votar para dejar de votarle. Porque es ese un tema que me tiene intrigado, aunque vea que más o menos por ahí está el signo de estos tiempos que más que correr vuelan: total, es la única alternativa que veo. Porque temo que hay mucho votante -sobre todo en los partidos históricos- que es capaz de perdonar auténticas barrabasadas antes de ofrecer ni un solo milímetro al rival en forma de deserción. Da igual que se considere a Casado un inútil chanchullero o a Díaz Ayuso una peligrosa traficante de influencias y maldades, el tema es que pase lo que pase el voto va a caer ahí. Claro, finalmente habrá cambios y entrará por lo que parece Feijoó o alguno así, mientras Casado queda como el lerdo de la película y Díaz Ayuso como la honesta mancillada -y su entorno con los 20 y pico contratos-, con lo cual al PP este guateque lo mismo hasta le salva de que le pase por encima Vox, porque ese es casi el camino que llevaba en las encuestas. Pero miremos a ese votante y a esa votante que hubiera seguido votando al PP si sigue Casado, si entra Díaz Ayuso, si viene Feijoó o si se demuestra con papeles y cárcel que ahí ha robado hasta el apuntador. Ese votante existe, vive entre nosotros. Probablemente vive también en otros partidos, solo que no le han dado tanta opción como le han dado en el PP de contrastar su fidelidad aún con toneladas de corrupción interna y externa campando a sus anchas. Personas que jamás dejarán de votar al partido al que votan suceda lo que suceda puesto que se ha extendido tanto y de manera tan intensa el todos son iguales que votan a los que ven más iguales a ellos mismos. No creo que todos sean iguales, la verdad. Me da a mí que eso es un invento de quienes sí tienen votos cautivos suceda lo que suceda. Por eso esos votantes eternos me inquietan.