e entre las intrascendentes noticias del sábado, me interesó, por majadera, esta: Navarra Suma pide recortar el tiempo de intervención a los grupos minoritarios. Dice Marta Álvarez, parlamentaria tripartita: que: "no parece lógico que formaciones con uno o dos representantes tengan los mismos tiempos de intervención que los de un grupo como Navarra Suma que tiene 20 parlamentarios". Fue leerlo y darme al bicarbonato. No porque NA+ quiera arramplar el mando a distancia, el atril y hasta reeditar la ley Mordaza. No. Me jode porque quien propone hablar más y tener más tiempo y comerse todos los micros presenta una plantilla de predicadores que no llegaría ni a los dieciseisavos de la Liga de Debate IES Navarro Villoslada. Y si de recortar tiempos se trata, uno le fundiría el micro a quien usa y abusa de muletillas y comodines para resolver encrucijadas verbales, a quien jura y perjura a sabiendas, a quien de la infamia hace virtud y de la mentira santo y seña, a quien convierte las palabras en ríos emponzoñados, a quien utiliza el atril como trinchera, o púlpito; que tanto da, a quien no sabe conjugar sujeto, verbo y predicado, a quien hiperventila con adversativas y subordinadas; lea mal o altere el orden lógico de las oraciones, a quien no distinga el complemento directo del indirecto. O a quien se precipita en lo patético. En definitiva, a quien no tenga vigor mental y alma de comediante.

Dick River, personaje de Suave es la noche, dijo: "Se puede llevar una camisa que esté un poco sucia, pero una camisa arrugada jamás". Algo similar ocurre con las palabras. Lo dice Luis Landero, de lo que se trata es de hacer poderosas las palabras humildes, interesante lo vulgar, nuevo lo viejo, de modo que se pueda imaginar lo que nadie ha imaginado antes, y decirlo como nadie lo ha dicho nunca.

¿Se atreve la peña de Navarra Suma?