na amiga me aconsejó que viera The One, serie de Netflix en la que una alta ejecutiva llamada Rebecca Webb se inventa un negocio basado en la revolución del amor. Dicho así suena soso. Pero si les digo que la tal Rebeca nos propone, previo paso por caja, realizar una simple y rápida prueba de ADN para encontrar a la pareja perfecta para la que usted está creado genéticamente, ¿qué me dice?

Vi la serie y me dio que pensar pues recordé una columna de la compañera Ana Ibarra titulada Amor y sexo. En ella hablaba del libro El fin del amor, de Eva Illouz, a quien les aconsejo sigan sus reflexiones. Eva Illouz viene a decirnos que el desamor y las rupturas sentimentales de nuestros días son un síntoma más de cómo el capitalismo y la modernidad han transformado nuestra vida emocional y sexual de tal manera que hay una intersección entre el capitalismo, la sexualidad, las relaciones de género y la tecnología. Y esto produce una nueva forma de (no) sociabilidad. Ya está, me dije, ahora entiendo mejor The One, porque en el fondo las aplicaciones y las apps de citas funcionan como la economía de libre mercado pero en versión sexual. Siempre hay alguien que la pringa más.

Luego te enteras que la Casa Blanca ha llegado a un acuerdo con Tinder y Bumble, las dos principales apps de citas para animar a los jóvenes yanquis a vacunarse. Así que desde pasada semana millones de usuarios podrán mejorar sus experiencias en estas apps si están vacunados. Sus perfiles tendrán más visibilidad y las plataformas podrán filtrar a los candidatos en función de las dosis recibidas. Y eso te pone en primera línea de ligue.

Ya lo dijo Andy Slavitt, asesor de coronavirus del presidente Biden: "Finalmente hemos encontrado lo que nos hace a todos más atractivos: una vacuna". Me falta una dosis pero igual me la pongo allí.