n esta crisis hay cosas muy preocupantes además del propio virus, que se ceba sin piedad con nuestros mayores, y la situación económica en la que se está quedando tantísima gente.

Cuesta digerir, por ejemplo, que somos los únicos padres y madres de toda Europa que no cuentan con la confianza de su Gobierno. La confinación absoluta de niñas, niños y jóvenes a estas alturas ya no tiene demasiada justificación cuando miles y miles de personas vamos a trabajar y a comprar cada día y la inmensa mayoría estamos demostrando que podemos hacer las cosas muy bien porque somos los primeros interesados en que todo esto pase cuanto antes. Si hubiese posibilidad de salir con nuestras hijas e hijos un rato, por supuesto que lo haríamos con el mismo cuidado y responsabilidad. Son nuestros hijos, no unos seres raros e incontrolables.

Es también insultante, o por lo menos me lo parece a mí, la actitud de algunos miembros de los diferentes cuerpos de seguridad, de cualquier color, con la complicidad de los francochivadores de balcón. Tratan a la ciudadanía como si todo el mundo estuviese intentando saltarse el confinamiento, hasta que se demuestre lo contrario. Todos los días vemos casos de gente denunciada por ir a tirar la basura en compañía de un menor, trabajadoras interrogadas porque van andando al trabajo, coches de policía y drones vigilando pueblos de sesenta habitantes como si fuesen terroristas y marcianadas como un matrimonio multado porque iban al médico en el coche sentados uno al lado del otro€

Las normas son necesarias, pero más aún el sentido común. El argumento de dar por supuesto que "la picaresca española" va en nuestro ADN toca las narices.