l otro día vi la película Contagio, estrenada en 2011 y que parece que ha sido rodada ayer por la mañana en plena crisis del coronavirus. Habla de todo lo que nos está ocurriendo incluso con las mismas palabras y parece que de un momento a otro hasta va a aparecer en pantalla el mismísimo Fernando Simón. Hay, sin embargo, una diferencia de fondo: en la película el pánico se extiende y comienza el sálvese quien pueda. La gente ataca a los más débiles para robarles la comida, se multiplican los asaltos y los asesinatos y se impone, en definitiva, la ley del más fuerte. Un caos más devastador que el propio virus que lo provoca. Y lo malo es que esto no es imposible, basta con ver la actitud violenta de muchos estadounidenses o la rabia de los francochivadores de balcón. Aquí y ahora, afortunadamente, ni nos hemos acercado a una situación así en parte por las multas y las prohibiciones y, sobre todo, porque se ha fomentado el sentimiento de colectividad frente al individualismo. El "todo va a salir bien", el "yo me quedo en casa", el "resistiré", los aplausos de las ocho, todas las redes de solidaridad€ Miles de ejemplos, imágenes y lemas que han ido modelando la actitud social en una dirección adecuada.

Ahora estamos inmersos en plena pandemia y con ganas de pasar página, pero de aquí a poco se nos irán desdibujando los recuerdos y se nos irá olvidando todo lo que supuestamente hemos aprendido estos días. Por eso son muy interesantes y oportunas iniciativas como la del Ayuntamiento de Leitza y Labrit Patrimonio para recopilar, salvaguardar y transmitir las vivencias de este confinamiento "para reforzar el sentimiento de comunidad y seguir trabajando en este sentido." Al final es el pueblo quien salva al pueblo.