e Corinna se habla poco. Y es una lástima, porque esa mujer es un sifón. Quiero decir, un filón. De sorpresas, ya me entiendes. Sabe mucho, tiene amigos, ha estado en sitios, ha visto cosas. Y parece enfadada. Oh, sí. Dispuesta a amenizarnos un poco esta lánguida espera. Detalle que, por cierto, deberíamos agradecerle. Porque a la gente hay que agradecerle las cosas, creo yo. Porque si dejamos de dar las gracias a la gente esto se va a la mierda en un pispás, te lo aseguro. Pero sigo. Corinna ha dicho cosas muy amenas. Y con mucha gracia. Y las ha dejado grabadas por ahí. Y ¿para qué lo ha hecho? Pues para que lo pasemos bien. Para eso lo ha hecho. Para divertirnos un poco y levantarnos el ánimo. Que falta nos hace. Yo a eso le llamo generosidad, no sé tú. A ver, Corinna que, por otro lado, tiene un hijo de unos 18 años con cierto aire borbónico (eso dicen, ojo), conoció a Villarejo y habló en persona con él en junio de 2015. Eso se sabe. Un encuentro arreglado en un lugar discreto. Les presentó Juan Villalonga, aquel de Telefónica, ¿os acordáis? Otro educado en El Pilar. Vale, ¿y qué hizo entonces Villarejo? Eso también se sabe, claro. Porque Villarejo hizo lo que hace siempre, grabó la conversación, qué pensabas. Villarejo lo tiene todo grabado. Todo. Ahora bien, ¿Corinna sabía que estaba siendo grabada en aquel momento en que soltaba por la boquita y a todo gas toda aquella porquería tan graciosa? Ella dice que no, pero ya puedes pensar. Siguen saliendo perlas de aquella grabación. No paran de salir. Menudo collar está haciendo. El otro día salió el trozo en el que decía lo de las hormonas femeninas para quitarle testosterona. Es la ostia, ¿no? Es una pasada. Ella asegura que había recibido amenazas del CNI y que tenía miedo. Bueno, bueno, no veas cómo casca. En fin, de todas formas yo a Corinna le creo. No sé por qué, pero le creo. Y si tuviera que compararla, la compararía antes con una botella de champán que con un sifón, ¿eh? Eso que conste.