a solo quedan ocho días. ¿Para qué? Para el discurso. ¿Qué discurso? El discurso anual del monarca en funciones. ¿En funciones? Digo en funciones para distinguirlo del monarca emérito. Al fin y al cabo, los monarcas ahora son algo así como funcionarios. En comisión de servicios, creo. Con sueldo vitalicio a cargo del Estado. Pero sin necesidad de hacer oposiciones. El puesto se obtiene por herencia. ¿Te imaginas que los jueces también obtuvieran el puesto por herencia? La íbamos a llevar clara. Pero a lo que iba: en realidad, no me gustan los discursos. No he oído ninguno. Nunca. Sin embargo, este año, no sé. Tengo morbo. Al final, seguro que me lo pierdo también. Siempre me suele dar una pereza horrible. Pero este año me pica la curiosidad. Un poco, al menos. Más que nada, por el barullo que se está liando en torno al monarca emérito. Que si se va, que si vuelve. Qué borroso está siendo todo. Y luego, lo que dice la Corinna. Ojo con eso. Y lo de las cuentas en paraísos fiscales. Todos los días sale algo chungo. No sé si esto va a tener arreglo, en serio. Y ahora empieza Froilán con lo suyo. Cuidadín. Como no lo paren, van listos. Ese promete. Y su hermana también. Yo confío mucho en el carácter recreativo de la realeza, eso sí. Pero centrándonos en lo del discurso, no es que espere oír nada en especial, claro. A ver, es más bien lo contrario. Lo que va a decir ya lo sé. O sea, me lo imagino. Más o menos. Lo que me da morbo son las omisiones, ya sabes. Todo lo que va a callar. No sé si me explico. Qué sutileza. ¿Un discurso de omisiones hábilmente enlazadas? Pues sí, eso. Ya me entiendes. Oh, qué bien ha omitido esto. Oh, con qué elegancia ha omitido lo otro. En fin, no sé quién será el encargado de redactarlo, me refiero al discurso, pero le compadezco. Menudo marrón le ha caído este año. Supongo que intentará echarle retórica. Pero, no sé. Como decía el gran Gracián: la retórica cansa, la omisión brilla.