aya por delante la siguiente salvedad en cierto modo penosa para mí: yo ya no suelo enterarme mucho de nada. En realidad, no es algo de ahora, es de siempre. Por eso mi estilo es tan vacilante. Lo siento. Por una parte, tengo la sensación de que la información que me llega es insuficiente y sesgada. Por otra, me distraigo fácilmente cuando algo no me interesa. Y cada vez hay más de esto, me temo. Cosa que ha empezado a inquietarme. De todas formas, me ha parecido entender (corríjanme si me equivoco y háganlo con piedad) que los colegios del opus van a dejar de segregar por sexo a sus alumnos. ¿Es así? ¿En serio? Nunca pensé que lo hicieran. ¿Renunciar a sus principios? Nunca lo pensé. De hecho, cuando salió esa ley que decía que ya no se iba a dar más dinero público a los colegios que segregaran por sexo, aposté a que el opus no se dejaría engañar. Y recuerdo que me referí expresamente a los principios irrenunciables. Nunca renunciarán a sus principios irrenunciables, dije con una entonación confiada. Porque el dinero no lo es todo para el opus, nunca lo ha sido, añadí a continuación, tal vez con cierto énfasis propiciado por la incredulidad de los presentes. Y ahora, de repente, esto. ¿De verdad van a dejar de segregar por sexos? ¿Así de sencillo? Me parece raro. Y admito que estoy decepcionado. No obstante, aunque haya perdido la apuesta (todos perdemos apuestas, la vida consiste en eso), sigo pensando lo mismo que antes. Me niego a creer que una decisión tan importante se haya adoptado solo por dinero. Tiene que haber algo más. Ahora mismo no se me ocurre qué, pero estoy seguro de que tiene que haber algo. Razones pedagógicas, por ejemplo. Las razones pedagógicas tienen prestigio. Si tú dices que has modificado tus principios por razones pedagógicas, a la gente le va a sonar bien. Pero si dejas que piensen que lo has hecho solo por dinero, es feo, ¿no? No sé, yo solo pregunto.