Nieblas, humedad, una cierta tristeza, estancamiento, setos recortados, batallas gloriosas, un sabor amargo, callejones sucios, el peso de los siglos. Así decantaba su adorada Inglaterra Polly Jean Harvey a lo largo de las doce canciones que compuso e interpretó en su álbum Let England shake. Le declaró su amor eterno a pesar de todo y la sacudió de los hombros para que despertara quejándose de que los días de baile habían terminado para los ingleses, de que su sangre no volvería a levantarse, malditos europeos, porque Occidente está dormido. Aún era 2011. P.J. Harvey, diosa de la oscuridad seguida por una legión de fieles leales y entregados desborda talentos, pero hoy podemos decir que la adivinación no se encuentra entre ellos. Esta medianoche el Reino Unido se repliega a sus castillos y si pudiera alargaría un brazo de tierra para separarse del punto francés del continente al que la ata el Eurotúnel y de estos asquerosos europeos que no hacemos otra cosa que contaminar su tradición, su historia y su pureza. El Reino Unido zarpa de la UE con el apoyo expresado en referéndum del 52% de sus habitantes y el rechazo del 48%. Alegría y hundimiento casi a partes iguales hoy que es el comienzo de todo pero realmente aún de nada. Además de romper amarras la mayoría conservadora del Parlamento británico ha blindado por ley el periodo de transición. Hasta el último minuto de este 2020. (Con opción de ampliarlo). Así que todavía podremos viajar con nuestro DNI a Londres o a Dublín y pagar en euros las beers. Y los negociadores británicos y europeos tendrán que acelerar reloj y agenda para firmar en once meses qué relaciones comerciales van a mantener. Complicado, cada país de la UE querrá defender lo suyo. El brexit después del brexit. Como en los divorcios con hijos, ahora llega lo más difícil. Acordar cómo te vas a llevar con tu ex.