Entra a la oficina con una tirita en el brazo y la sonrisa semimodulada que su coach le recomendó que se instalara cada mañana antes de comenzar a interactuar con su equipo. Dos ingenieras se alargaron anoche hasta las tres de la madrugada poniendo punto final al proyecto de unas plantas desalinizadoras que les ha comprado Dubai. Deja el bolso y clama. Me ha tocado la enfermera idiota. ¡Tres veces me ha pinchado y no me encontraba la vena! A algunas personas debe de ser más difícil Una torpe, te lo digo yo. Y una imbécil.

Ni siquiera me ha pedido perdón por la carnicería. Las cabezas de tres administrativos emergen de un océano de facturas y tablas Excel. El cierre del IVA trimestral siempre es letal. La muerte no por anticipada te mata menos. Venga, paramos ya para comer. ¿Dónde está lo que hemos pedido? El repartidor tenía que haber llegado hace 5 minutos. ¡Joder macho! ¿Y dónde cojones está? ¡Todavía va a haber que esperarle! A las 15.03 h. un técnico del Área de Obras y Planificación Urbana atraviesa el umbral del Ayuntamiento tras haber colgado en su silla la condición de funcionario y ataviado ya de ciudadano estándar que se dirige al supermercado de camino a su domicilio. Le encantaría compartirlo con alguien que quizá hubiera podido preparar hoy un plato caliente y hogareño y trasladar ese mismo espíritu al sofá y a las sábanas pero como no es así coge una lata de fabada asturiana de calidad, un Rioja y un sobre de ensalada. La parejita de delante se besa.

La cola en caja se estanca. La cajera, nerviosa, no consigue cambiar el rollo de papel de la registradora. El técnico se escucha en voz alta. ¡Tampoco es tan difícil cambiar un rollo! Todo esto ocurría la mañana del 3 de febrero de 2020. Hoy, tres meses después, la enfermera, el repartidor y la cajera son nuestros héroes cotidianos, el estrés, muy diferente y la vida, condensada. Algo decantaremos y aprenderemos.