si las Peñas no fueran a los toros? La pregunta saltó en las jornadas sobre presente y futuro de los Sanfermines organizadas por su Federación. Pamplona no es una ciudad taurina, como tiene demostrada la escasa capacidad de convocatoria de carteles fuera de Fiestas. Pamplona tampoco es una ciudad antitaurina, porque iría en contra del encierro, su singularidad y reclamo más internacional. El presidente de la Federación se sintió interpelado y estuvo torero: instrumentó una serie de pases de alivio, sin arrimarse a la astifina pregunta, para liar un enjambre de trámites competencia de cada peña y de la Federación. Sin parangón ni con la reforma constitucional. Cada una de las 16 peñas tendría que coger el toro por los cuernos, organizar debates internos y adoptar una decisión. Y todas las peñas tendrían que coincidir para evitar un cisma. Casi mejor hacer un Don Tancredo, en actitud imperturbable. Disfrutar de las tardes en sol y verlas venir. La vida te lleva. Su ausencia afectaría a la economía de la MECA y, sobre todo, al ambiente de la plaza, una de las señas de identidad de la feria pamplonesa. La composición de los asistentes a las jornadas -unas decenas- contrastaba con la idea de reflexionar sobre el futuro de los Sanfermines. Por la edad. Algunos podríamos haber fundado la Peña Berichitos (término municipal del camposanto local), con posiciones naturalmente aventajadas en su inescrutable lista de espera. De hecho, ya existe esa peña prorrateada entre todas las de los tendidos, poblados de veteranos irreductibles. Con extensión entre los exiliados por comodidad a tendidos limítrofes. ¿Quién los mueve de ahí? Si hasta han sido capaces de aprenderse -método de repetición obsesiva- las letras de La chica ye-yé y El Rey. El gran concierto de cada tarde: charanga y numeroso coro de voces autóctonas. Y en un contexto taurino. Sin prejuicios de incompatibilidad como otros grupos de primer nivel. ¿Qué más quieres, Maya?