econozco que los físicos somos como niños grandes. En cuanto podemos, rompemos algo para ver cómo funcionaba, y luego nos pasamos el día intentando reconstruirlo. La buena física consigue que las cosas puedan funcionar después de haberlas desmenuzado para su análisis. Confieso esto para que entiendan que con todo el proceso este de las fases estaba ilusionado. En física las fases y sobre todo las transiciones entre ellas son asunto fundamental y seguro que se acuerdan de aquella parte de las asignaturas de ciencia donde se nos explicaba cómo un sistema físico con propiedades uniformes puede cambiarlas, de forma discontinua para llegar a un estado diferente. En el mundo físico, cambiar de sólido a líquido o a gas requiere alterar condiciones como la presión o la temperatura. En el caso de las fases del aislamiento social y control de la epidemia, las variables son otras, y los estados inicial y final cambian. Es un proceso complejo para cuyo análisis pormenorizado haría falta no solamente definir los estados iniciales y finales sino los mecanismos intermedios. Para colmo la medida se realiza por personas capaces de equivocarse y con herramientas y criterios sujetos a errores. Para conseguir precisión experimental hace falta refinarlo todo y repetirlo con cuidado. Si no, no valdría para nada.

A todo esto se une que puede que sucedan además diferencias achacables a otros asuntos: sería ingenuo pensar que la sociedad entera se comportara como un sólido cristalino, perfectamente espaciado y ordenado. Sabemos que incluso los líquidos más sencillos tienen en los momentos cercanos a la transición de fase comportamientos caóticos. ¿Qué lectura tiene todo esto en el proceso que comenzamos hoy? Ni idea: los físicos nos solemos quedar siempre a la espera de datos más sólidos antes de opinar.