hora que estamos de nuevo quedándonos más en casa, espero que replanteando cómo establecemos nuestras relaciones sociales en estos tiempos de pandemia o al menos aprendiendo de los errores cometidos quizá por la falta de motivación, sin duda por la ausencia de explicaciones, con el cansancio y a veces la sospecha, ahora que viene de nuevo un estado de alarma, podemos intentar pensar hacia el futuro. Si es que nos queda, quiero decir...

He visto con espanto el maravilloso documental de David Attenborough Una vida en nuestro planeta (A life in our planet), un recorrido por cómo en menos de un siglo hemos conseguido vernos abocados a una bastante segura destrucción y extinción. Y el genial naturalista británico, que nos ha llenado la vida de documentales fantásticos, científicos y comprometidos con la necesidad de pensar globalmente y actuar localmente también, no es un extremista trasnochado. A sus 93 años sabe que la gente que nace ahora no tiene futuro, o al menos no tiene las expectativas de vivir mejor que él tuvo a fines de los años 20 cuando lo hizo él. Solamente un tercio de nuestro planeta queda en estado relativamente natural, con extinciones masivas que están directamente provocadas por un sistema de la sociedad humana que no solamente no ha pensado en las consecuencias de lo que hacemos, sino que es específicamente eficiente esquilmando todo sin control. Solo un ejemplo: cada segundo se talan casi 500 árboles en el mundo. En una década talamos tantos árboles como estrellas tiene la Vía Láctea. Y así todo, incluyendo catástrofes climáticas o pandemias. Vean el documental estos días, y tomemos partido. Porque aún estamos a tiempo de darle la vuelta, y cuando nos lo cuenta alguien tan grande como Attenborough debería hacernos reflexionar. Y actuar.