Pablo Casado me acaba de romper el alma. Le podría perdonar sus shows televisados buscando la bronca en Pamplona y Altsasu. Sus ocurrencias de negrero acerca de las emigrantes embarazadas. Sus dislates sobre Cataluña y el 155 permanente. Sus promesas de “revolución fiscal”, que aplauden con las orejas las grandes fortunas. Le podría perdonar todo eso y alguna cosa más. Nunca que nos deje sin Ana Beltrán. Me enteré la tarde de ayer y sigo conmocionado. Nos abandona Ana. Ana de Aragón. Ana de España. Ana de España y Aragón. Pablo le ha dicho ven y lo ha dejado todo. Deja el Parlamento foral. Deja Navarra. Nos deja. 5ª por Madrid en la lista que va liderar el propio Casado con Adolfo Suárez Illana de segundo. Sí, el hijísimo. Ese que en 2003 iba para presidente de Castilla-La Mancha y no llegó a jurar su cargo como diputado por Albacete. Tras ellos, dos pesos pesados: Edurne Uriarte, politóloga-o así?- y feminista de derechas, según su propia definición, y el gurú económico del PP, Daniel Lacalle. Después de semejantes monstruos, Ana Beltrán. Nuestra Ana. Ana de Aragón. Ana de España. Ana de España y Aragón. La vida política es pródiga en piruetas. Hace un mes, Beltrán era candidata al galletazo como segura cabeza de una lista con muchas posibilidades de convertirse en extraparlamentaria en la cámara de una de las más minúsculas autonomías del Estado. Ahora, el PP tendría que sufrir un cataclismo de proporciones galácticas para no ver a Beltrán sentada en un escaño del Congreso de los Diputados. La elección de esta señora dice mucho de los planes de Casado y del discurso que piensa llevar al legislativo central. A Ana -Ana de Aragón. Ana de España. Ana de España y Aragón- Navarra se le ha quedado pequeña. Se nos va a beltranizar Madrid, dejándonos aquí compuestos y sin novia. Alguien tendría que avisar a esa pobre gente. Que no les pase nada.