iene en la Biblia. Después de que la ira de Yahvé se abatiera sobre las impías Sodoma y Gomorra, no quedaron más sobrevivientes que Lot, sobrino del patriarca Abraham, y sus dos hijas. La familia, después de vagar por la montaña, acabó recalando en una cueva donde fijaron su solitaria residencia. Ocurre ahí que las jóvenes, ante la perspectiva de no encontrar en las inmediaciones varones con los que asegurar su descendencia, en noches sucesivas emborracharon a su padre y copularon con él, sin que este recordase después nada. Ambas quedaron encintas y acabaron dando a luz a sendos hijos varones, Moab y Ammón. Parece fuerte, pero pocos libros hay más heavys que el considerado santo por la cristiandad. En este caso, además, no hace falta mucha perspectiva de género para poner en sospecha el relato del Génesis. Mientras que, desgraciadamente, no es del todo infrecuente que un padre o padrastro abuse de sus hijas, es rarísimo que se dé la circunstancia contraria. De hecho, el único caso que conozco lo acaba de certificar la Audiencia Provincial de Navarra absolviendo a un hombre del delito de violación de su hijastra de 14 años, a la que dejó embarazada. Para ello, ha dado por bueno el relato de la menor que afirmó ante los jueces que era ella la que se había aprovechado del estado de embriaguez de su padrastro para tener relaciones sexuales con él. Por cierto, el mismo tribunal, en días casi consecutivos, no concedió ningún crédito al relato de otra adolescente de la misma edad, que afirmaba que había sido objeto de abusos sexuales por parte de la pareja de su madre. Lo curioso es que actuando de forma totalmente divergente se produjo exactamente el mismo efecto, la absolución del presunto abusador. Ya nos lo advertían hace 3.000 años: tened cuidado hasta de vuestras hijas. Pobre Lot, violado vergonzosamente. Me sorprende el silencio de colectivos locales, normalmente tan sensibles ante estos temas.