n la villavesa, en los corrillos, en las conversaciones particulares, el documental sobre Rocío Carrasco que emite Tele 5 seguirá dando que hablar. Dejando a un lado la credibilidad del testimonio del maltrato -a mí me parece veraz-, es más que interesante el debate que se abre sobre la idoneidad del medio elegido para difundirlo, su tratamiento, su carácter de paso necesario para la supervivencia o venganza, la posibilidad de que pueda reabrir el caso, el papel de los medios y su apetito cambiante o la legitimidad ética de la compensación económica a la protagonista y la relación del cobro con el crédito que se otorga a sus declaraciones.

Una primera constatación sería que el público de Tele 5, y por extensión un contingente mucho más amplio, está recibiendo una información sobre violencia de género de la que, de no vivirla de cerca, no dispondría y está escuchando los conceptos que la perfilan con un ritmo e intensidad superior al de las campañas institucionales, porque la cadena del cotilleo ha incrementado su plantilla de grafólogas y expertas en comunicación no verbal con personas conocedoras del fenómeno y profesionales de la psicología para contextualizarlo.

Otra, que han aumentado las consultas al 016, grupos y servicios para mujeres. Muchas se han identificado con el testimonio de Rocío Carrasco. La violencia de género era eso.

Me pregunto cuántos hombres han hecho lo propio, han concluido que eso era lo que hacían y se están planteando abordar un cambio de visión y conductas.

Y también me pregunto por qué esta violencia específica es susceptible de convertirse en espectáculo de un modo que nos parecería intolerable para otras violencias. Los caminos de Vasile son inescrutables y llenos de colateralidades, sin olvidar que para él y su empresa esto es un medio, no un fin.