no de cada cinco varones jóvenes cree que la violencia machista es un invento ideológico. Es un dato. Donde haya evidencias, surgirá el negacionismo. Es lo que se me ocurre nada más leerlo y no dejo de darle vueltas hasta que encuentro otro hilo para tirar. La negación es la primera etapa en cualquier duelo, desde un pequeño revés a un suceso relevante. No puede ser, esto no puede estar pasando, nos decimos. Si el duelo se desarrolla correctamente, tras estas negaciones pasajeras vendrán la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. La realidad se impondrá, dejaremos que nos atraviesey acataremos su exigencia de cambio. Junto las dos ideas y me planteo si los negacionistas se instalan patológicamente al inicio de un duelo y, en ese caso, de qué duelo, por qué pérdida. Me pregunto también, de ser así, si son conscientes de lo que han perdido, del origen de su negación.

Estoy en estas cuando leo que en Turquía, la noticia parece un cuento con moraleja, un hombre borracho dado por desaparecido se unió al equipo que lo buscaba en un bosque hasta que descubrió que era el objeto de la batida. Y me acuerdo del chiste del otro borracho que buscaba las llaves bajo una farola porque allí había luz aunque las había perdido en otro lugar más oscuro.

El turcono se hace cargo de su papel en la historia, el borracho del chiste busca la solución donde no está y los negacionistas comparten ambas características.

Tal vez el origen de la negación se pueda relacionar con el miedo de ver desdibujados los lugares mentales y vitales seguros, cuestionadas lasdefiniciones cerradas del mundo, con la angustiadeentenderse en un contexto nuevo,con la amenaza de la pérdida de identidad. Son jóvenes. ¿Podemos hacer algo?