l oír que se pretendía adelantar el toque de queda en Navarra de las 11 a las 10 de la noche durante la Semana Santa se me llevaron los demonios. La medida me disgusta, como tantas otras que necesariamente han distorsionado este año, el problema es que ésta no la entiendo. Acabamos de bajar el nivel de riesgo de covid y por ello no merecemos grandes premios, pero tampoco un castigo; la cuestión es que esta propuesta de Sanidad y las autonomías me recuerda demasiado a aquellos padres a los que les bastaba con que uno de sus hijos llevara malas notas a casa para dejar a todos sin postre. En la semana en la que las autoridades repiten que están por salvar vidas y no fiestas, pensé que, tras meses encerrados perimetralmente y con el ocio limitado al máximo, no había necesidad de hurtarnos una hora al aire libre porque otros territorios teman el comportamiento de sus gentes en históricos días de juerga. Se me pasó el cabreo a las horas, cuando los responsables forales de Sanidad salieron a precisar que apuestan por no variar el toque de queda, dado que ha dado buenos resultados... Con todo, la presidenta Chivite coló eso de que aceptará el recorte horario si es la opinión unánime del resto de comunidades y yo sigo pensando que el pan para todos es, en este caso, inútil e injusto.