scribo mientras aún estamos confinados perimetralmente y me leerán en unas horas, sin estado de alarma ni prohibición para atravesar mugas. Sin embargo, hoy estamos obligados a recogernos a las 23.00 horas por un toque de queda del Gobierno de Navarra que podría desaparecer en breve, dictamen judicial mediante. O sea, podemos ir a Zarautz o a Ansó, pero hemos de volver a casa para las 11 de la noche hasta que un tribunal diga lo contrario. Tiendo a creer que no quieren tratarnos como niños, pero lo parece. Seguro que no pretenden volvernos locos, aunque a mí han conseguido marearme, más cuando el Ejecutivo habla de acometer la desescalada de forma gradual y ordenada y, por lo que veo, le está saliendo al revés. Tras informar de la apertura parcial de la hostelería el día 14, ha pasado a acordar el uso de los interiores desde el 17 -con lo que el cambio implica de pérdida de reservas-, siempre y cuando se cumplan un buen número de condiciones. Todo muy complicado, que diría aquel, sin olvidar que no habrá aforo máximo en restaurantes pero sí distancias mínimas a respetar, un límite de comensales por mesa y un registro de clientes, el servicio acaba a mediodía si sólo sirven desayunos... La hostelería dice encontrarse desconcertada. Cuanto menos, este desbarajuste es perturbador.