seguimos con el "vivir a la madrileña", la grosera estupidez de unos políticos y comunicadores que verían con gusto que ese "vivir a la madrileña", que no se sabe muy bien en qué consiste, se extendiera por el resto del Estado y alcanzara, sobre todo, a esos territorios carentes de libertades que suponen siempre una amenaza para la terracita como ideal de vida y espacio privilegiado de libertades públicas y privadas. De no creer.

La libertad de mentir, engañar, prometer y no cumplir, embarrar, insultar, difamar, tergiversar las leyes y hacer mal uso continuado de las instituciones... La libertad de hacer afirmaciones criminales, por completo asociales, indignas de un cargo público, y que en otros serían motivo como mínimo de reprobación cuando no de investigación penal, como afirmar con inaudita pachorra que no se derivaron ancianos a los hospitales porque total no se iban a curar y otras parecidas que revelan una crueldad de tarada...

La libertad de hablar de la pobreza madrileña con una falta de empatía social y de responsabilidad y dignidad propia de alguien que todavía cree en los siervos de la gleba y que gracias a que unos viven como Dios otros pueden hacerlo con el agua al cuello y darse por ello con un canto en los dientes...

La libertad de vender viviendas sociales a fondos buitres, de hacer negocio con una sanidad que debería ser pública y una prioridad social. La libertad de apalear al disidente y permitir los desmanes de los cayetanos y los macarras poligoneros. La libertad de defraudar en el mundo universitario para lucir de lo que no se es. La libertad de expresión de la mentira avalada por una judicatura que no parece ser muy consciente de qué es lo que está en juego, de qué libertades reales peligran con esta tropa de amantes de la libertad que cuando les pillan, acaban entre rejas.

Sigo, sigo, y sé que voy a quedarme corto y que el lector pondrá algo de su parte. La libertad de estar a la cola de la calidad de las prestaciones sociales, de sanidad a educación. La libertad chiringuitera de convertir una ciudad, atractiva sin duda (al menos lo fue) en un repulsivo parque de atracciones, en una feria vinosa. De no creer, insisto, porque toda esa basura no está perimetralmente confinada, acordonada, sino que se cuela a diario por todas las ventanas, gateras y rendijas mediáticas, y alcanza a sus jolgoriosos cómplices autonómicos y menos dotados de capacidad reflexiva, aunque a cambio luzcan sentimientos e ideales sectarios y de clase, y afanes de ganancia inmediata. Una basura que amenaza con inundarnos a todos.

Y lo más inquietante de todo lo anterior es que ese estado de cosas, ese baile continuo de personajes caricaturescos, esperpénticos, caricatos de sí mismos, cuenta con el apoyo mediático de otros comparsas que se titulan periodistas y no pasan de ser agitadores a sueldo del mejor postor. Una llamativa falta de dignidad la de esta gente, rozando el delito o cayendo de lleno en él, exhibida con el aplomo de quien sabe que va a ser más jaleado que aplaudido, si la faena es de descabello y tiene premio. Resulta muy difícil apartarse de la imagen de la rugiente plaza de toros celebrando faenas, en sol y en sombra, y en barrera de capotes políticos, donde los entendidos, los tertulianos y sus adeptos. Temible país que justifica y vota ese esperpento, que se arropa en ese mundo, que lo encuentra beneficioso para los suyos, aunque no viva en zonas de lujo ni posea cortijos o fincas de montería, sino que lo hace en viviendas que no deberían haberse construido jamás, dejándose el pellejo en sus alquileres o hipotecas, con el riesgo de verse en la calle; riesgo que sus héroes acrecientan a diario con sus negocios financieros. ¿De no creer? ¿Y de las colas del hambre, qué dicen? Nada, todo es culpa de Podemos, de Venezuela y de la ETA, montajes, performances... Y les parece una ofensa que alguien quiera vivir de otra manera, con otras libertades.

Libertad, libertad... ¿Sin ira? ¿De verdad?

Ese baile continuo de personajes caricaturescos, esperpénticos, caricatos de sí mismos, cuenta con el apoyo mediático de otros comparsas que se titulan periodistas y no pasan de ser agitadores a sueldo del mejor postor