l juez de instrucción que se ocupa del asunto de Jordi Pujol le acaba de ordenar la apertura de juicio oral, en firme he creído entender, junto con su mucha parentela en un rompecabezas de casos de corrupción institucional que colea desde hace años: Se les acusa de organización criminal o asociación ilícita, blanqueo de capitales, delito continuado de falsificación de documento mercantil, siete delitos contra la Hacienda Pública y delito de frustración de la ejecución...

Dan ganas de cantarle la del toque de diana: "¡Jordi levanta, tira de la manta, Jordi levanta, tira del colchón!"... sí, sí, ya sé que la letra original dice mantón, pero en mi pueblo se decía colchón, y colchón, andorrano y no andorrano, es lo que tiene toda la familia Pujol y de él van a tener que tirar, y los que a su sombra han medrado durante años.

Es gracias al colchón famoso por lo que el juez ha imputado al clan Pujol, imputación que recuerda, por el retrato grupal, a la familiar que recibieron en su día los peripuestos Ruiz-Mateos.

Y si dan ganas de cantarle a Pujol la diana de la manta es porque desde que saltó a la palestra mediática el asunto de la madeja patrimonial de los Pujol, también lo hizo la advertencia por parte del sagaz político catalán de tirar de la manta si llegaba el caso, como ha llegado, de la imputación procesal. Tirar de la manta y con ello tumbar a la democracia entera, derribar a la monarquía (gran asunto este), tambalear a niveles de declaración de ruina las instituciones, desenmascarar a los más correosos de los enmascarados... y etcétera, es decir, un terremoto, una hecatombe social y política. Al final, me temo que de todo lo anterior, nada, como ha sucedido en otros casos de manteros profesionales.

En algún caso no ha habido tirada mantera porque mientras los tiradores dormían a buen recaudo, les han birlado la manta, como le pasó a Bárcenas, de modo que poca manta le quedó al sportman este para tirar, como no fuera un pañuelico para agitar en el aire a modo de despedida o para pedir socorro. En otro casos, la manta se ha venido abajo ella sola y sin consecuencias aparentes porque la atención del público estaba dirigida a asuntos como el separatismo catalán, las declaraciones unilaterales y canallescas de buenos y malos españoles, y concordantes.

Parece que nuestro sino es quedarnos con un palmo de narices.

Pero hay más mantas. De hecho hay muchas por las aceras de este país de todos los demonios. Unas con mercadería de origen incierto y otras envolviendo cuerpos de gente que se ve obligada a dormir al raso porque no tienen casa.

A estas mantas y manteros ha hecho referencia la arquitecta Monasterio, tan lista ella que era arquitecta antes de recibirse de tal. ¡Zambomba! Suena como lo de la niña esa con un coeficiente de inteligencia de 146... claro que el coeficiente de desvergüenza de estos maleantes supera con mucho esa cifra, ya vayan de manteros de los planos sometidos a visado o de los locales industriales vendidos como viviendas fules que suenan a esos bolsos que algunos feriantes ofrecen con el fantástico cartel "Luis Buitón" y otros similares. Autoridad moral la de esta mujer, mucha.

Pero hete aquí que el otro día, la Monasterio, en la asamblea de Madrid, insultó de manera insidiosa, clasista retorcida y racista al diputado de Podemos Serigne Mbayé, presidente del sindicato de manteros, demostrando una vez, lo que es de agradecer, que la suya es una muy peligrosa política reaccionaria, autoritaria y policial que amenaza no a la comunidad de Madrid, sino a todas aquellas comunidades y nacionalidades en las que gente como Monasterio y Ayuso puedan hacerse con el poder estrechando los márgenes democráticos a niveles de dictadura o de caudillaje fascista. Son maleantes de la política, racistas, xenófobos y sobre todo tramposos, con los que no es posible ejercer tolerancia democrática alguna. Son tramposos porque, por ejemplo, en el caso de los manteros dicen defender al pequeño comercio, ese que ellos destruyen sistemáticamente con sus operaciones inmobiliarias y financieras a diario. Con esta gente empieza a aparecer en el horizonte la pacífica legítima defensa de no pasarles una, en la medida en que se pueda.