rajoy se ha adelantado a los que dirigentes del PP que quieren segar la hierba bajo sus pies (que los hay) dado el previsible batacazo electoral que se le avecina el 24-M y sorprendentemente ha dado un paso adelante en su decisión de liderar de nuevo a su partido en las elecciones generales que -ya ha confirmado- mantendrá para finales de año. Y se ha postulado casi con vergüenza, saliendo al paso con la boca pequeña de las críticas internas que empiezan a cuestionar su liderazgo. “Sí, yo quiero ser el candidato; confíen en mí, les irá bien”, exhibió ayer con su proverbial optimismo pero a la vez con su característico rictus lacónico en un inédito encuentro con informadores. Pero “quien mucho en sí confía, perdido cualquier día”, asevera el refranero. El presidente abandona por unos días su poltrona -las urnas mandan- para intentar acercarse a una ciudadanía a la que ha dado la espalda durante el último trienio. Resulta casi insultante que apele ahora a la confianza de los electores pocos después de reconocer que se enteró por la prensa de la detención de Rodrigo Rato; de pasar de puntillas ante las insistentes preguntas sobe los escándalos de Trillo y Martínez Pujalte; de tener a un director de la Agencia Tributaria que se jacta de tener “unos datos que son la repera patarera” tras destapar 20.000 millones en Suiza y cruzarse de brazos; de negarse a publicar la lista de los 715 amnistiados fiscalmente que están siendo investigados por el origen ilícito de sus fondos. Por no hablar de que la fiscalía anticorrupción reconocía ayer mismo la existencia de una caja B en el partido durante varios años o la inacción en temas de estado clave como el proceso de pacificación o Catalunya. El pueblo es soberano en las urnas, pero la rampante corrupción interna, los incesantes recortes salvajes y la pléyade de promesas incumplidas son una rémora demasiado pesada para recuperar sin más la confianza ciudadana. Eso sí, como admitía el lapsus de Cospedal, reconocen que han “trabajado mucho por saquear este país”.
