a menos de mes y medio para la cita con las urnas, en el PP le están viendo las orejas al lobo y, sabedores de la pujanza electoral de la coalición Podemos-IU (que anoche oficializó un acuerdo casi anunciado), se han lanzado a una ligerísima autocrítica para evitar que la izquierda se asiente en el cielo de La Moncloa al segundo asalto. En una impúdica muestra de rancio electoralismo, el Gobierno conservador no tiene empacho en admitir ahora, por boca del ministro García Margallo, que “no se puede gastar indefinidamente más de lo que ingresa, pero no es menos cierto que nos hemos pasado cuatro pueblos en el tema de la austeridad”. Ahora resulta que el pilar de la política económica de Rajoy -servil a más no poder a las exigencias de Bruselas- no era el único camino para salir del atolladero. Una mínimo cambio de actitud que deja ahora a Rajoy en la tesitura de admitir que su Gobierno podía haber presionado más a Bruselas para no acometer los draconianos recortes impuestos con el objetivo de cumplir el déficit marcado. Por un puñado de votos algunos venden hasta a su presidente. Precisamente el día en el que el propio Rajoy emitía el primer vídeo de precampaña con la austeridad como eje de su mensaje. Eso sí, saltándose a la torera la legalidad y la ética al grabar el mensaje en las dependencias oficiales de Presidencia del Gobierno, no en la sede de su partido. Ahí también se han pasado cuatro pueblos. Como se han pasado cuatro pueblos con su inacción política y al mirar para otro lado en los múltiples y escandalosos casos de corrupción que han protagonizado. Y haciendo recortes a troche y moche ignorando sus propias promesas: “Voy a meter la tijera a todo menos a las pensiones, sanidad y educación” (Rajoy dixit en la campaña de 2011). Como se ha pasado usando a menudo la Agencia Tributaria, la Justicia o la Policía en beneficio de su partido o su Ejecutivo cercenando derechos de miles de ciudadanos. Muchas pasadas de un Gobierno que espero pase pronto a formar parte del pasado.