el sorpasso no ha funcionado en la izquierda. El lobo de la formación morada no dudó en disfrazarse de socialdemócrata durante toda la campaña para asaltar el redil socialista como paso indispensable para llegar al cielo de La Moncloa, pero los del puño y la rosa han tirado de oficio -son ya 137 años en esto de la política- para salvar los muebles aunque sigan asomados al borde del precipicio. La izquierda, que tuvo en su mano llegar de nuevo al poder hace medio año pero cejó en el empeño por el ego del líder populista, no ha sabido movilizar a sus posibles votantes tan bien como la derecha y el millón de electores que se quedó en casa en comparación con la afluencia a las urnas del 20-D. Y la abstención siempre pasa factura a la izquierda. El exceso de vanidad y la sobreexposición mediática de sus líderes ha hecho el resto. En las urnas, el votante progresista no radical ha sido tajante y ha señalado claramente al responsable de que no se instituyera un Gobierno de izquierdas. Sánchez evitó el adelantamiento por la izquierda, pero tiene al enemigo en casa y sus resultados -de derrota en derrota- no son como para garantizarle sin sobresaltos el liderazgo del PSOE. Con los resultados en la mano resulta que el sorpasso real era el de Mariano. Está visto que la corrupción y las conspiraciones en Interior no cotizan en las urnas. O la ciudadanía está ya anestesiada o siente que no le afecta en su día a día y apuesta por la gestión sin sobresaltos. O prefiere malo conocido que peor por venir. O son las paradojas de la política, que es cualquier cosa menos lógica. Para desesperación de muchos. El voto oculto ha vuelto a ser del PP. Los electores que se apuntaron hace seis meses a la aventura naranja de Rivera han preferido esta vez el original que la copia en aras de la estabilidad y la formación de un Ejecutivo que se resiste más de lo deseado por todos. Los conservadores se han reunificado en un voto útil y contra el bloqueo institucional. Y han protagonizado el verdadero sorpasso. que puede terminar en fracaso porque, a día de hoy, nadie le garantiza a su líder apoyos necesarios para su segunda oportunidad en La Moncloa.