La dirección provisional del PSOE intenta desde Ferraz la difícil tarea de que en todas las baronías socialistas se acepte la abstención que revalide el mandato de Rajoy para no dañar más -que todo es posible- la imagen de un partido hecho jirones y al borde del precipicio. El manifiesto de anoche de ocho líderes regionales (entre ellos María Chivite, del PSN) para que la abstención no sea en bloque, sino del mínimo de diputados necesarios, para no agrandar más la división en el PSOE, no es más que un último intento para enmascarar la descomposición histórica de los herederos del partido que fundara Pablo Iglesias en 1879. Ni el abandono del marxismo en el congreso de Suresnes (octubre de 1974) ni el cambio de postura sobre la OTAN (diciembre de 1984) han hecho tanto daño y han causado tantas fracturas a la formación del puño y la rosa como la decisión del domingo de bendecir con su abstención al líder del partido más corrupto de la historia de la democracia española y que más recortes sociales y de derechos y libertades ha aplicado a su base social. Todo sea por la bendita estabilidad. Y mientras el ínclito Rajoy ha visto como se le resolvía la crisis de un plumazo. Ha visto devorarse entre sí a sus rivales con un puro en la mano y leyendo la prensa deportiva. La inacción llevada al extremo de la eficacia política. Ahora, con la llave de La Moncloa pero con un Congreso en contra, el PP deberá demostrar su capacidad de negociación. Algo difícil para quien su mayoría absoluta le ha llevado a aprobar por decreto-ley un tercio de las 244 leyes promulgadas en su legislatura y a tumbar sistemáticamente una tras otra miles de proposiciones del resto de los partidos. Pasar de la apisonadora a 137 escaños (y a no controlar la Mesa) significa tener que hacer política en el Parlamento. Algo a lo que el PP no está acostumbrado. Por eso se aferra ahora a vetar las iniciativas de la oposición con la excusa -lícita pero no ética- de que podrían suponer un gasto extra en el presupuesto. La disputa acabará en el Tribunal Constitucional. Conseguido el Ejecutivo, el objetivo es el bloqueo del Legislativo. Y gobernar, como antes, sin el Parlamento.