Catalunya y la batalla entre el PP y Ciudadanos por la hegemonía del centroderecha están focalizando permanentemente la actualidad política y están eviden- ciando la irrelevancia hacia la que se encamina un PSOE demasiado aletargado y con un líder que está intentando recomponer el partido a la par que debe configurar un discurso nuevo hacia la sociedad con el handicap de la reducida visibilidad de un Pedro Sánchez que no es diputado y con demasiados frentes abiertos tras la gran crisis del socialismo español que supuso su destitución y su posterior retorno al liderazgo aupado por la militancia. Las nuevas normas de juego emanadas del último comité federal han servido para la reforzar la posición de poder de un Sánchez más que escarmentado y de las bases, que tienen la última palabra en las cuestiones clave y restan control a los tradicionales barones territoriales. Es la nueva política participativa. En Catalunya, el PSOE se ha alineado descaradamente con las tesis de Rajoy temeroso de que otra estrategia les restara votos en el resto de España. Y en el Congreso se han dejado arrebatar el papel de liderazgo de la oposición tanto por Podemos como, sobre todo, por Ciudadanos. Tanto es así que ya es visto en Ferraz -y por los sondeos- como un avezado competidor en su intento de retornar a La Moncloa. El control total del PSOE, un partido que cumple 140 años el año que viene, era una de las prioridades de Sánchez y logrado ya debe lanzarlo ahora sin demora hacia una carrera electoral en la que Podemos ya ha dejado de ser una amenaza, que pinta ahora de naranja dada la fuerte pujanza de las huestes de Rivera en las grandes ciudades. El “no es no” a Rajoy le dará réditos en las urnas pero está muy lejano y no acaba de remontar en las encuestas. Debe de retomar la iniciativa porque le han surgido duros competidores por la izquierda y por la derecha y ofertar unas propuestas genuinas, sólidas y audaces que enganchen al electorado. Sobre todo al más joven, que le ha abandonado. Y fijar una posición más audaz con los nacionalismos. Y por ahora no hay muestras de ello en un partido no desnortado pero sí desorientado.