ivan Savidis es un tipo eslavo hecho a sí mismo que integra la lista de los quinientos multimillonarios más importantes del mundo gracias a que su amigo Vladimir Putin -el nuevo zar de Rusia- hizo la vista gorda un poco por aquí y mucho por allí durante la privatización de los ingentes recursos públicos rusos. Con su parné, entre otros caprichos, decidió imitar a muchos de sus colegas oligarcas y comprarse un club de fútbol, el prestigioso PAOK de Salónica. Todos hemos oído hablar con canguelo del “infierno griego”, pero nadie podía imaginarse al dueño del club saltando al césped revolver al cinto poco antes del final del partido decisivo de la liga ante el AEK de Atenas rodeado de una cohorte de matones para amedrentar (o lo que sea) al trencilla tras una decisión que le perjudicaba. Yo tenía otra idea de lo que significaba deporte de alto riesgo, pero a lo que se ve, un partido de fútbol en el que aparezca esté energúmeno está ya desde el domingo en esta categoría. Acudir a determinados encuentros en los que aparezcan los insaciables hooligans rusos, franceses o de otros lares también es un espectáculo no apto para personas poco dadas a emociones fuertes. Claro que tampoco hay que irse muy lejos para encontrar episodios de violencia tan gratuita como infame e injustificada. Basta con darse una vuelta por nuestros campos regionales para constatar que lo que debería ser el desempeño una sana afición y una pugna con deportividad se convierte en un intercambio de mamporros y zartakos entre seres primarios con escaso bagaje cerebral. También te puedes llevar una somanta sin ton ni son en un campo de béisbol, como ha sucedido en Burlada, o un polideportivo. Parece que hay epidemia. Y lo peor es que no va a menos. La gente anda demasiado embrutecida alrededor del deporte, hasta hace no mucho una actividad competitiva noble y apasionada que va tornándose además de en el negocio del milenio en un vehículo con el que dar rienda suelta a frustraciones, sinsentidos y actitudes peligrosas y delictivas.