casi medio millón de militantes de Podemos decidirán esta semana el liderazgo de la formación. Pablo Iglesias e Irene Montero se juegan su futuro político por un quítame allá ese chalet de seiscientos mil machacantes. Y ya se sabe que este tipo de plebiscitos los carga el diablo pese a que la pregunta está teledirigida hacia el sí. Este loable pero ineficaz afán del partido morado por responsabilizar a las bases de las directrices de actuación en cuestiones concretas y muchas veces nimias se ha convertido en una cuestión de confianza que puede volverse en su contra y ser aprovechado por otros enemigos internos (y externos) para dar finiquitado el brillante porvenir político que tenían por delante. La telenovela de la mansión de Galapagar ha desempolvado una batalla sin precedentes con múltiples aristas que ni tan siquiera se libró en Vistalegre II. Pablo e Irene, acostumbrados a salirse con la suya, han lanzado un órdago y convocado una consulta tan innecesaria como peligrosa. Han dado munición a quienes en Podemos apuestan por seguir con su piso de currante frente a quienes han dado el salto a la casta del chalet. Una cuestión personal se ha convertido en una bomba de relojería por una incoherencia ideológica con los principio del partido -en lo personal no me meto- y porque el propio Pablo Iglesias, en su intento de asalto al cielo de La Moncloa mantuvo una exposición pública excesiva de su vida privada con desayunos ante las cámaras de televisión delante de su fregadera llena de vasos usados en el pisito paterno de Vallecas, comunicados con membrete del partido sobre su ruptura sentimental, declaraciones a Ana Rosa de lo peligrosa que es para la política la gente que vive en chalet... que ahora se vuelve en su contra. Las consultas están hechas para cosas serias y ésta es una frivolidad diseñada para tapar una incongruencia. Más allá del resultado, esta torpeza política dejará muchas dudas entre sus votantes y simpatizantes a pocos meses de la cita con las urnas. Esta es la verdadera cuestión de confianza: recuperar credibilidad ante la ciudadanía.
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