el persistente intento de Pedro Sánchez por aprobar los Presupuestos para 2019 lleva camino de convertirse en realidad tras la estrategia de del presidente del Gobierno de convertir las cuentas del Estado en una reválida de la moción de censura que acabó con el Rajoy más cercado por la corrupción. La unión contra el líder del PP fue el aglutinante del cambio de poder y desde Moncloa se recurre ahora al mismo mantra para consolidar los PGE, que es el principal instrumento para hacer política en un país democrático. Sánchez quiere dejar su impronta también con políticas económicas progresistas, olvidadas desde que a Zapatero le sorprendió de sopetón la crisis pese a los espejismos de los brotes verdes. La escenificación del pacto con Podemos, con las consabidas imágenes en la zona noble de Moncloa, era necesario para impulsar el acuerdo programático entre los dos grupos que sustentan al Gobierno pero sobre todo para reforzar la imagen de Pablo Iglesias, que ante la inminencia de la cita electoral de mayo quiere rentabilizar mediáticamente su apoyo al Ejecutivo del cambio. Y con la difícil tarea de comprometer el voto de PNV, ERC y PDeCAT. Investido de la condición de vicepresidente de facto por un Sánchez que no quiere comprometer su imagen con negociaciones con los catalanes que pongan en tela de juicio el statu quo del Estado, Iglesias tiene la difícil misión de conseguir sumar su apoyo sin concesiones que vulneren la legalidad constitucional. Con Sánchez agazapado en su perfil de hombre de Estado esperando recoger los frutos de la diplomacia podemita y de su enviado especial que le ha cogido gusto a la delicada misión. Ayer repitió estrategia con Urkullu, poco después de que el PNV le recordara el qué hay de lo mío firmado con Rajoy, a quien pidió apoyos para evitar un eventual “giro autoritario y reaccionario” en la política española a manos de PP, Ciudadanos y de la pujante ultraderecha de Vox. La izquierda también sabe apelar al discurso del miedo. Y esta vez puede aglutinar votos para revalidar el éxito del desalojo de Rajoy y lograr aprobar los Presupuestos del cambio. En peores se las ha visto Pedro Sánchez y ha salido airoso.
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