cien días es el tiempo de cortesía que se suele dar a los políticos en su cargo y que son el boceto de su quehacer público. Pablo Casado los acaba de cumplir al frente del PP y lo que trasluce después de tres meses es una radicalización de su partido hasta extremos insospechados. Su giro (aún más) a la derecha coincide con el estrechamiento de su espacio electoral con un competidor que ya amenaza con arrebatarle la hegemonía conservadora -Ciudadanos- y otro emergente -Vox- que erosiona el flanco más ultra de su formación y los sondeos ya le dan representación parlamentaria y merma sus posibilidades electorales. Ante este escenario cada vez más convulso de un centroderecha fragmentado y pugnando entre sí para ver quién lanza la propuesta más retrógrada, Casado se ha envuelto en la bandera del aznarismo más ramplón y se ha arrojado en brazos de la estrategia de la crispación. No hay más que recordar sus declaraciones sobre la igualdad de género, la Memoria Histórica, las acusaciones de “golpista” a Sánchez, la utilización de sus viajes al exterior para intentar desacreditar al Gobierno de izquierda, el reconocimiento de las coincidencias ideológicas con Vox o la instrumentalización política del caso Alsasua. Pero cada vez está más sólo: Ciudadanos ya le ha dado la espalda en su estrategia de bloqueo a los Presupuestos; Cospedal, uno de los puntales que le aupó al liderazgo, está a punto de desaparecer de la escena pública por la puerta de atrás y salpicada por el caso Villarejo (la corrupción que se instaló en Génova sigue pasando factura...); es el líder de los grandes partidos con peor valoración ciudadana; y, para más inri, las encuestas pronostican otro batacazo del PP en Andalucía, la cita más inminente con los electores. Con pocas propuestas de calado político para afrontar los retos inmediatos y de futuro sólo se ha preocupado de poner tierra de por medio con Rajoy y recuperar el aznarismo. Escaso bagaje para recomponer un partido descabezado por la corrupción y presentarlo con opciones de éxito ante las próximas citas con las urnas.