l COVID-19 ha irrumpido en nuestras vidas como un obús destructivo y dañino que, además, nos pilla sin ningún de tipo inmunidad y no solo de salud. Una experiencia inédita, poco alentadora y de futuro incierto. El coronavirus, que impactará en nuestras vidas con un antes y un después, ya está generando muchas reflexiones. La fortaleza de un sistema sanitario público como el de Navarra se muestra como lo más eficaz ante una pandemia, la profesionalidad de sus agentes nos dice que estamos en buenas manos y la transparencia en la información nos hace ser conscientes de lo que hay, sin tapujos. Los medios de comunicación, como transmisores de esta realidad, estamos adquiriendo un papel esencial, reconocido incluso por el poder (no cerramos). (Hablo de los medios serios y rigurosos; de los que pretendemos informar, formar y ayudar, no de los que instigan para sumar clics valiéndose de insinuaciones cuando no mentiras para facturar).

El coronavirus nos ha hecho también empezar a familiarizarnos y a acelerar nuevos modos laborales como el teletrabajo, uno de ellos, que se ha impuesto con urgencia y viene para quedarse. Pero el COVID-19, además, está dejando al descubierto lo poco preparados que estamos los profanos para afrontar y comprender decisiones médicas. El grupo de trabajo de Bioética de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc) publicó hace ya días una serie de recomendaciones para esta toma de decisiones con principios claves como la justicia, el deber de cuidar, el deber de administrar recursos, la transparencia, la consistencia, la proporcionalidad y la responsabilidad. Osasunbidea ha determinado que un comité ético asesore a los sanitarios en la toma de decisiones sobre los pacientes. Hasta ahí una cuestión de confianza en los profesionales y, la verdad, una tranquilidad que sean ellos quienes las tomen ante las lagunas e indecisiones del resto. Es innegable que la mayoría no estamos preparados para decidir por otros cuando se nos presentan mal dadas y no estaría de más adquirir más criterio, estudiar esta materia como las matemáticas o la historia, familiarizarnos con la toma de decisiones que tienen que ver con tratamientos terapéuticos, con la vida y también con la muerte. Tener criterio para decidir sobre nuestro final y colaborar dejando sentado en testamento vital hasta donde queremos llegar.