Total, que me bajo en Navidades al pueblo de mi madre -perdón, Muy noble, muy leal y fidelísima ciudad, por merced de Felipe V y Carlos III en el siglo XVIII- y lo hago al día siguiente de que la lotería repartiera allí unos 175 millones de euros entre sus algo menos de 25.000 habitantes.

Y, aparte de compartir la alegría colectiva (1.390 décimos, muchos de ellos en participaciones, por lo que le ha tocado a medio pueblo), descubro algunas cosas y compruebo otras que ya me barruntaba:

Para empezar, descarto por fin que las personas que salen en la tele, felices ante las administraciones de lotería, sean actores profesionales, porque en La 1 vi a mi amiga Chiqui con sus dos hijas, y me consta que no lo son.

Para seguir, constato que es mucha mayor la alegría del que lo va a destinar a cancelar deudas -eso que en el argot lotero se llama agujeros que tapar- que del que se va a financiar algún capricho. Lo cual refuerza mi vieja tesis de que el dinero es como el oxígeno: si te falta te amarga, pero a partir de cierta cantidad ni quita ni pone felicidad.

Otro dato de este caso concreto que tiene gracia es que casi todo le ha tocado a las mujeres, porque la principal emisora era la Asociación de Peluqueras. Y certificamos que no puede estar el dinero en mejores manos, y administrado con más sentido común (incluida la cena bien regada a la que me invitaron, que no hay nada más sensato que celebrar estas cosas).

También tiene su miga que todo el pueblo esté contento, porque sabe que una buena parte de esos millones se quedarán en el pueblo, en forma de reformas de casas, hostelería y demás. Qué gran ocasión para los estudiosos de la economía de comprobar los efectos de semejante New Deal de Roosevelt (ya saben, el que reanimó a Estados Unidos a base de obra pública para hacer circular de nuevo el dinero tras la Gran Depresión del 29).

Y quizás lo más divertido es la guasa de los afortunados con los convecinos que en algún viaje a Madrid se tragaron colas de espera en Doña Manolita, que aún hay gente en este país que se cree que es más probable que le toque la lotería si la compra en un sitio u otro.