omo adicto compulsivo a las películas de ciencia ficción, siempre en busca de ésas que pasan injustamente inadvertidas, caigo en Anon, de 2018, que cuenta con la tarjeta de presentación de dos buenos actores: Clive Owen y Amanda Seyfried. Que sí, de acuerdo, no es un peliculón, pero que cumple con una de las principales reglas del género: mostrarnos características peculiares de un futuro posible o, al menos, verosímil, y analizar sus consecuencias.

Sin desvelar ni cinco minutos de la trama, habla de un mundo en el que los humanos ya no llevan la informática en el móvil sino incrustada en el cerebro, con la peculiaridad de que todo lo que ven queda grabado en vídeos que se pueden reproducir. Algo que si hoy en día no es aún factible, poco le falta.

Una herramienta que sería realmente útil, por ejemplo, para ganar unas cuantas discusiones en casa ("Mira: ¿ves como sí que dijiste eso?"), o para dar una barrila realmente profesional a los amigos con tu último viaje a Grecia. También para rememorar momentos agradables o, simplemente, hacer memoria.

Pero sería (será), sobre todo, una herramienta de las que acongojan. Si algo ha traído bajo el brazo el boom de la informática es el control de todo lo que hacemos y todo lo que somos. Nunca lo tuvieron tan fácil los espías (incluidos los estatales, que son los que más miedo dan), por dos motivos: 1. Porque las medidas de seguridad de la privacidad de la información van siempre muy por detrás de cada nuevo invento. Y 2. Porque son unas cadenas que nos ponemos voluntariamente, a cambio solo de que nos dejen estar ahí y participar.

Cuando se discuten estas cosas no falta quien dice que le da igual que sepan todo sobre él porque no tiene nada reprobable que ocultar, y que un mundo así será mucho más seguro. Pero el coste en libertad puede llegar a ser terrorífico.

Los detractores de la ciencia ficción le reprochan que tiene una morbosa predilección por las distopías (término que bien se puede traducir como "un futuro muy chungo"), pero quizás habría que darle la vuelta al argumento y entenderlo como alarma de amenazas que se pueden cumplir si no hacemos algo para que no sucedan.

Si algo ha traído bajo el brazo

el 'boom' de la informática

es el control de todo lo que hacemos y todo lo que somos.