n trabajo duro el de rey mago, el de los otros mejor no hablar, pa qué. Vaya tensión para cumplir con las expectativas de literalmente todo el mundo. Aunque se cuente con ayuda para leer millones de cartas impresas o digitales en cientos de idiomas y para transportar esos trillones de regalos hasta cada una de las moradas habitadas, en una sola noche además. Para no creer. Y qué majos estos Reyes, poco carbón reparten. Con la cantidad de adultos capullos que se merecen toneladas, sobre todo los abusones, siempre agresivos y manipuladores. Como para castigar el comportamiento regulero de algunos niños, pobres, qué manía con que haya que portarse bien a cambio de algo, no porque sí. Cuando estas modestas líneas se lean, los Magos ya estarán de regreso a Oriente dejando tras de sí un pellizco de ilusión en todos nosotros. Inoculándoles a los menores, a modo de vacuna de refuerzo, la inocencia comprometida en cada rincón del ciberespacio bajo esta dictadura del pantallismo que justo hoy habría que haber combatido con juguetería para estimular la creatividad y la imaginacion en vez de con más tecnología, terrible paradoja. Y, en el caso de los mayores, conduciéndonos hasta la niñez en una regresión mental emocionante para revivir los lugares y las personas de la infancia, donde no cabía mayor dicha que te cayera una bici de carreras o un patinete Sanchesky, la Nancy o la Barbie, el Geyperman o los Airgamboys, Los Juegos Reunidos o el Magia Borrás, aquellos libros de Los Cinco o de Los Hollister. Bien mirada, la noche de Reyes constituye antes de que nada un purgante, en el sentido de que por una parte aflora la esencia de lo que somos y por otra abre la puerta a la fantasía, a ficcionar una realidad mejor. Lo que se dice soñar despierto, como cada noche del 5 al 6 de enero, en la esperanza de que nos llegue lo que hemos pedido con todas nuestras fuerzas, sobremanera esos afectos en sus distintas graduaciones que no tienen precio porque lo valen todo. Ganas de creer se llama también, en la acepción humanística y no teológica de la expresión. Entendida como la fe en nosotros mismos y en quienes nos quieren más que mucho, en nuestra magia y en la de quienes nos arropan, con el concurso de la pizca de fortuna imprescindible. Suerte.

No cabía mayor dicha que te cayera una bici de carreras o un patinete Sanchesky, la Nancy o la Barbie, el Geyperman o los Airgamboys, Los Juegos Reunidos o el Magia Borrás