n unos días se estrenará la nueva película protagonizada por Sofía Loren. A sus 86 años, una de las actrices más premiadas y elogiadas de la historia, todo un icono del cine italiano, se ha puesto de nuevo ante las cámaras para protagonizar el filme La vida por delante, una película sobre la tolerancia y el amor en la que se muestra como la señora mayor que es, para dar vida a una superviviente del Holocausto que dedica sus días a cuidar a hijos de prostitutas en su pensión. Ayer Isabel Allende, una de las escritoras en lengua castellana más leídas en el mundo, presentó, a sus casi 80 años, su nuevo libro, Mujeres del alma mía, un repaso por lo que ha sido su vida como mujer y feminista y un recuerdo a todas las mujeres que ha conocido en su camino. Allende y Loren, dos referentes que envejecen sin perder la belleza de lo auténtico, que siguen creyendo en la necesidad de la palabra, del arte, de la cultura como herramientas para entender el mundo y tratar de hacerlo un poco más habitable. Viéndoles a ellas con tanta fuerza es fácil deducir que la vejez no es solo lo que desde hace meses llena titulares trágicos. Es esto también, es seguir en activo, aportando tu arte, tu trabajo, tu valía, tu amor, tu compañía, tu experiencia a todos los demás. Hacerse mayor no debería ser otra cosa que tener derecho a decidir tu propia vejez, pero viendo lo que estamos viendo en estos tiempos de pandemia, la situación de muchas residencias de ancianos, la vulnerabilidad, la soledad y a veces la desatención, es esencial recordar que no hay edad buena para morir mientras queda vida por delante y que envejecer con dignidad es un derecho siempre, un derecho que hay que proteger. La sabiduría y la plenitud de estas dos mujeres se suma a la de otras muchas voces que pasados los 70 y entrados en los 80 y hasta los 90 se convierten en esenciales. Porque todos tenemos nuestros esenciales para poder tirar para adelante. Hay que saber mirar a nuestros mayores como lo que son, nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros referentes. Sin ellos no seríamos lo que somos. Incluso diría que a veces da igual que estén entre nosotros o que no. Siempre están. Como esa estrella en el cielo que te ilumina y guía las noches oscuras. Eso son para mí mis mayores. Un punto de luz siempre, y más en los días grises de este noviembre incierto.