as fiestas de San Fermín son del 6 al 14 de julio, se abren con el Txupinazo a las 12 del mediodía y se cierran con el Pobre de mí a las doce de la noche. Lo demás, vaya por delante o por detrás, no es ni será San Fermín. Querer convertir un concierto, una corrida de toros, un macrobotellón o una noche de borrachera en una extensión de algo único, porque son los días que son, las famosas 204 horas de fiesta, ni más ni menos, es no entender nada y querer sacar rentabilidad política de una propuesta que no admite ni siquiera debate. Pretender resarcir todo el dolor vivido en estos casi dos años de pandemia sumando juerga a la vida es bastante decepcionante. El alcalde de Pamplona Enrique Maya se agarra periódicamente a las ocurrencias sanfermineras para tener minutos de gloria, audiencia y clicks y la verdad que lo consigue. Lleva hablando de San Fermín casi los dos años en los que no ha habido fiestas, porque cada vez que intuye que necesita algo a lo que agarrarse para tapar los verdaderos problemas de su gestión municipal saca el Santo a pasear. Quiere ser popular, pero se queda en el populismo, con propuestas unilaterales como la lanzada esta semana de alargar lo inalterable para satisfacer, cual Isabel Ayuso, a un sector concreto. Mal balance el suyo si cree que las fiestas no vividas se pueden reemplazar. No ha habido fiestas porque no podía haberlas, porque la propia esencia de San Fermín no admite restricciones, ni límites de aforo, ni mascarillas, ni grupos burbuja, ni dolor, ni enfermedad. Nadie debe nada, pero todos y todas nos sentimos en deuda y con ganas de vivir lo que esta ciudad y los ciudadanos y ciudadanas se merecen. Entre todos y todas tenemos la responsabilidad de prepararnos como ciudad para vivir unos Sanfermines en 2022 en su justa medida, ni más ni menos. Y es que Maya tiene una relación extraña con estas fiestas. Prácticamente ha sido su único programa electoral y punto principal de su agenda política, pero parece que está un poco gafado. Cuando llegó de nuevo a la alcaldía, la covid le dejó sin el escaparate de las fiestas, que ha utilizado constantemente hasta el punto de casi ser su único argumento. Que si suspender, que si recuperar, que si alargar. Todo por las fiestas pero sin las fiestas. Sin contar con sus verdaderos protagonistas. Maya puede acabar siendo el actor principal de una legislatura fallida, porque en general está siendo muy gris por todas partes. Un "no alcalde" en un mandato raro en el que poco más que continuar los carriles bicis del anterior equipo va a poder presentar en su haber. Desde luego que no hay que alargar tres días los Sanfermines, pero lo que no debería durar mucho más es su mandato. Aunque eso lo decidirán solo los votos y los acuerdos posteriores. Eso es la política, negociar y acordar. No imponer la primera ocurrencia.

El alcalde de Pamplona Enrique Maya se agarra a las ocurrencias sanfermineras para tener minutos de gloria, audiencia y clicks y la verdad que lo consigue