ada vez que muere un escritor o escritora, un músico o una cineasta nos queda el consuelo de decir, pensar y sentir que nunca mueren del todo porque de alguna manera siguen viviendo a través de sus obras. Es un consuelo al que agarrase y no uno mejor. Hace unos días fallecía Almudena Grandes, sin duda y para muchos y muchas, entre las que me incluyo, una de las mejores escritoras de nuestros días, una intelectual comprometida con la literatura, con la vida, con la justicia, con la libertad y con las personas. Y además una mujer de izquierdas, roja, con la falta que nos hacen. Republicana, feminista y volcada en su obra con los valores democráticos y la memoria de su país. Fue Premio Nacional de Narrativa entre otras distinciones y nos deja como legado grandes novelas con las que conocer un poco mejor lo que ha sido y lo que es la historia reciente, y de paso conocernos a nosotras mismas. Almudena Grandes se ha ido demasiado pronto, como por desgracia se van muchos y muchas y se ha ido desde la intimidad de su enfermedad, de la que apenas supimos hace poco mas de un mes cuando ella lo contó en su columna quincenal en el País Semanal. Recomiendo que lo lean, se titula Tirar una valla y comienza así: "He tenido que escribir algunos artículos muy complicados a lo largo de mi vida. Ninguno como este". En el quería explicar a sus lectores y lectoras el por qué de sus ausencias, pero sin entrar en el dolor que seguramente ya entonces sentía ella y su entorno más cercano al ver la evolución de la enfermedad. Se fue haciendo lo que mejor sabía hacer, escribiendo hasta el último día, porque para ella escribir era la vida, con palabras sanadoras para una sociedad con demasiadas heridas todavía sin cerrar. Se ha ido dejando escrita la novela que culmina su serie Episodios de una guerra interminable, porque realmente lo fue, y con el siguiente artículo ya mandado a imprenta. Era una autentica defensora de la palabra como única arma de justicia social. Libros en lugar de guerras, para seguir escribiendo la historia. Se fue rodeada de la sociedad civil a la que tanto defendió, esos perdedores, olvidados y personas sin voz a los que ella prestaba la suya. Rodeada de sus libros y de sus queridos lectores y lectoras que alzaron novelas como única bandera en su adiós. Seguir leyendo sus libros es el mejor homenaje para una mujer irrepetible como pocas. Nos deja huérfanas de palabras y con el corazón helado, como tituló una de sus novelas. Madrid le dedicará una calle y el Ayuntamiento le rendirá un homenaje por decisión del Pleno de la ciudad a la que tanto dio. Solo Vox se desmarcó del acuerdo. Los de siempre siguen en el otro bando. Pero ahora los perdedores son ellos.

Hace unos días fallecía Almudena Grandes, republicana, feminista

y volcada en su obra literaria

con los valores democráticos

y la memoria de su país