La crisis sanitaria y económica que nos ha tocado acentúa la crisis demográfica que veníamos arrastrando desde hace años. Un estudio del Barómetro de las Familias en España pone de manifiesto que la precariedad económica que deja la pandemia puede afectar a las cifras de natalidad de nuestro país en los próximos años ya que crece hasta un 74% el porcentaje de personas menores de 45 años que no se plantea como prioridad formar una familia en un plazo de cinco años. El Ayuntamiento de Pamplona nos muestra también las cifras de envejecimiento de la población de la ciudad con un 22% de mayores de 65 años y barrios como Iturrama, San Juan, Ensanche, Txantrea o Ermitagaña con porcentajes superiores a la media. Tan solo en Txantrea residen 4.910 personas mayores de edad de las que, por cierto, un 24% viven solas. En el conjunto de la ciudad son un 23% del total de mayores quienes no conviven con nadie. Además, suman 8.019 las mujeres que viven solas entre una población de 10.699 que no está acompañada. Todo un reto para la sociedad y para las instituciones si queremos garantizar no solo recursos asistenciales sino también actividades de socialización que arropen y humanicen esta realidad diferenciando estar solo o sola a sentir soledad. El aumento de la esperanza de vida, la caída de los índices de natalidad el freno de la inmigración están detrás de este fenómeno el envejecimiento que habrá que revertir de alguna manera si queremos sobrevivir como sociedad. Lo cierto es que vivir solas es, además de una necesidad en algunos casos, una opción cada vez más presente en el modo de vida de las mujeres. Obligadas (viudas o por la precaria situación económica) o por libre elección (jóvenes o mayores que no quieren tener familia, pareja o conviviente, felices e independientes) nos vamos pareciendo cada vez más a otros países de Europa en este patrón social. Ni mejor ni peor. Una más de las que eliges en el camino de la vida. Yo incluida.