Corría el año 2000 cuando un grupo de 20 firmas constructoras y promotoras fichaban los terrenos del antiguo Señorío de Guenduláin, junto a la Autovía del Camino, un enclave de campos de cereal y los restos de un viejo castillo e iglesia para levantar una nueva ciudad del tamaño de Ávila. Eran los años de la bonanza y del monopoly donde las promotores marcaban las casillas del juego. La filial de la ACP efectuó la compra de los más de tres millones de metros cuadrados en 2005 y convencieron al gobierno UPN-CDN para hacerse con una gran reserva de suelo público. De esas mismas fechas es el proyecto vinculado al PSIS de Etxabakoitz donde los promotores invirtieron mucho más dinero para hacer 9.000 viviendas y un gran parque empresarial y de usos terciarios. Se gestó en 2007, bajo el pretexto de ordenar los terrenos afectados por la supresión del actual bucle ferroviario y de la nueva estación del AVE el Gobierno de Navarra aprobó un PSIS hoy en día totalmente indesarrollable y sin tren a la espera. Otras 4.200 viviendas fueron proyectadas en 2009 en anteriores gobiernos para la meseta de Donapea en Cordovilla a través de diferentes planes sectoriales en los que participó el Gobierno y que fueron tumbados sucesivamente por los tribunales. Paralelamente los ayuntamientos de la comarca impulsaron a su vez diferentes crecimientos como Lezkairu en 2006 junto a la Milagrosa, Erripagaña, Entremutilvas o Etxebakar en Berrioplano o Eulza en Barañáin, entre otros. En este momento en el que se sabe que Pamplona y su área metropolitana todavía tienen suelo en parte de sectores movilizados durante la burbuja y reactivados tras la crisis para construir más de 17.000 viviendas, que los planes de Guenduláin y Etxabakoitz no son viables, y que Donapea lo sería en caso de llegar a un acuerdo Pamplona y Galar, es necesario abrir más que nunca el debate sobre el modelo de ciudad que queremos. Está claro que la ciudad compacta es el modelo de ordenación del territorio más sostenible frente a la ciudad difusa lo que exige ir cerrando el territorio y no tener que duplicar equipamientos como ha ocurrido en Erripagaña donde la población sigue demandando servicios. A nadie se le ocurriría ahora hacer una nueva Ecociudad de Sarriguren (por cierto de 2006) por mucha VPO que haya, dando saltos en el territorio y con una densidad tan baja. Hay una demanda insatisfecha de vivienda protegida y también de alquiler social, y la mayoría se localiza en Pamplona y Comarca. A su vez hay mucha vivienda vacía y la rehabilitación urbana es un factor clave en la recuperación postcovid y más en el modelo de economía circular al que vamos pero supone movilizar principalmente viviendas en manos privadas. Por mucho que hablemos de despoblación rural y del necesario equilibrio territorial la gran ciudad parece seguir abocada a crecer de manera irremediable por muy bien que lo hagamos y que sepamos coser los suelos vacantes dentro de la trama urbana. Las soluciones al problema de la vivienda son diferentes y complementarias. Habrá que saber cómo solaparlas.